Malas compañías y su influencia.

En cada etapa vital nos encontramos rodeados de diversas personas; pero todas ellas con algo en común: la influencia que ejercen en nosotros. Inconscientemente -al igual que ocurre con la exposición masiva a la publicidad- sentimos la necesidad de poseer, y sobre todo, de actuar similar a los que nos rodean para sentirnos adaptados y ser "uno más del grupo". Permítanme decir que esto es un acto bastante vergonzoso. El número de gente única, con personalidad y carácter fuerte y que sea capaz de decidir qué clase de persona quiere ser sin ser influenciado por nadie se reduce por momentos. Sin embargo, no cabe duda de que el humano es un ser social, necesitado de una sociedad que le ayude con sus necesidades básicas y progresar.

Se podría distinguir entre dos claros tipos de influencia: positiva y negativa. Curiosamente, abunda más el segundo tipo, siendo sólo una minoría de personas las que saben sacar provecho de estas malas compañías. Afortunadamente, me considero una de ellas; y doy las gracias a aquellas personas que contribuyeron a erigir la clase de persona que soy. Gracias a ellos he sido capaz de distinguir entre lo beneficioso y lo perjudicial, y construir mis propios principios, solidificándolos cada vez más, sintiéndome orgullosa de ello. Todos obtenemos tarde o temprano lo que se nos es merecido, sea bueno o malo. Siempre pasamos por obstáculos antes de llegar a conseguir el premio deseado. Gracias a aquellas personas que sirvieron de mal ejemplo y que me hicieron entender que no debo asemejarme a ellos, porque al fin y al cabo, aunque sea involuntariamente, me han ayudado a llegar a mi meta y a construir mi verdadero yo. Gracias.