Tarde o
temprano tenía que decir esto. La verdad, no importa si lo terminas leyendo o
no, sólo me basta con decirlo. Hace mucho tiempo me di cuenta que tenía que
cambiar un rasgo en concreto de mi personalidad, tenía que ser mala, y no me
salía. Muchas experiencias pasadas y lecciones vitales desaprovechadas han
tenido que acontecer para que finalmente apruebe las asignaturas de la pasadía
y del amor propio.
Me siento
extremadamente afortunada del amor que me dieron mis padres en la adolescencia,
y del amor que me siguen dando con mis veintitrés años. Todos tomamos el
comportamiento de nuestros padres como principal ejemplo a seguir, y queramos o
no, lo terminaremos haciendo, sea para bien o para mal, pero ese es otro tema
del que también debería hablar en otro escrito. En lo que se refiere al amor de
pareja, el cariño fraternal que recibimos siempre se aplicará al cariño que
demos a las personas; en mi caso soy muy cariñosa y siempre he sido
correspondida en casa. El problema surge cuando tratas con una persona ajena a
tu familia, eso es otro nivel que nos viene de sorpresa y no sabemos por dónde
cogerlo.
Soy una chica
que se puede sentir atraída principalmente por chicos, pero soy de verdad
atraída cuando una persona refleja inteligencia, coherencia, humildad y
argumentos sólidos. Por lo cual, siempre que una atracción ha sido más
intelectual que física la amistad ha perdurado, incluso luego de romper la relación
sentimental. A raíz de ahí mis expectativas a la hora de conocer a una persona
subieron a un nivel notorio. Lo difícil en mi caso es cuando el atractivo
físico y el mental se manifiestan a la vez, es entonces cuando mis niveles de
defensa bajan hasta tocar fondo, y ese es mi principal error. Como a todos,
me han traicionado, engañado y lastimado. Y tras recuperarme de las heridas doy
las gracias, de una manera u otra a estas personas que me hicieron mucho más
fuerte, coherente y lógica en la toma de decisiones y modos de actuar. Gracias
chicos.
Antes de viajar al extranjero una persona entró en mi vida casi sin esperarlo, y el tiempo que pasamos juntos fue extraordinario, alguien con quien entablar una conversación eterna y reír hasta la madrugada sobre cualquier cosa que se nos ocurriera, principalmente bromas sin sentido. Se me presentó la oportunidad de irme a otro país y por un momento me planteé quedarme por él, aunque por otro lado, era la oportunidad perfecta para descubrir un mundo desconocido para mí. Por motivo de mi viaje decidió cortar la relación de repente, y no lo volví a ver más, desapareciendo. Me dejó dolida, pero también me dejó claro que debía mirar por mi futuro. A día de hoy escribo esto desde Irlanda. Aprendí a mirar hacia mis metas, aprendí a viajar, recorrer mundo, aprendí a prestar atención a mis prioridades, a superar mis miedos. Gracias.
Antes de viajar al extranjero una persona entró en mi vida casi sin esperarlo, y el tiempo que pasamos juntos fue extraordinario, alguien con quien entablar una conversación eterna y reír hasta la madrugada sobre cualquier cosa que se nos ocurriera, principalmente bromas sin sentido. Se me presentó la oportunidad de irme a otro país y por un momento me planteé quedarme por él, aunque por otro lado, era la oportunidad perfecta para descubrir un mundo desconocido para mí. Por motivo de mi viaje decidió cortar la relación de repente, y no lo volví a ver más, desapareciendo. Me dejó dolida, pero también me dejó claro que debía mirar por mi futuro. A día de hoy escribo esto desde Irlanda. Aprendí a mirar hacia mis metas, aprendí a viajar, recorrer mundo, aprendí a prestar atención a mis prioridades, a superar mis miedos. Gracias.
Tras esa
lección, hice una nueva vida en zona irlandesa y con amigos de todas partes del
mundo. Todo volvió casi a la normalidad. Fue cuando un chico
al que conocí convirtió mi normalidad en un casi. Su mente era
extraordinaria, sus puntos de vista, argumentos, y agilidad oral y artística me
fascinaban. Fue uno de los mayores puntos de apoyo que tuve, con él no existían
temas tabú con el que sentirnos incómodos, o apariencias que tuviéramos que
proyectar con la intención de engañarnos. O al menos no desde mi persona, debo
objetar. Llegó por fin el día en que nos vimos y por supuesto quedé fascinada
por su personalidad. Previendo lo que podía pasar a continuación me despedí de
él con un beso “espero que te vaya todo bien, por si no te vuelvo a ver”. Tras
vernos aquel día desaparecimos. Debo admitir que aunque me doliera tal pasadía
e indiferencia, es alguien a quien aprecio y admiro por su inteligencia y
dedicación. Gracias, fuiste un gran apoyo en mis días tristes, fuiste
importante, me encantaste, y te aprecio. Gracias a la lección anterior entendí
que podías desaparecer y estuve alerta. De verdad que te deseo lo mejor.
De regreso a
Irlanda, nueva vida, otra vez. Por medios sociales conocí a una persona que
sería decisiva para mi futuro, pero yo aún no lo sabía. La imagen que concebí
de él tras hablar durante más de un mes sería el motivo de mi propio engaño.
Todos podemos dar otra imagen a través de la pantalla, todos engañamos, y en el
fondo no es nuestra culpa. Al tratar con alguien virtualmente nos hacemos una
idea perfecta de esa persona, ya que es muy sencillo no mostrar los rasgos
molestos por una pantalla. El problema llega en el encuentro, donde cada rasgo
de nuestra personalidad se mostrará sin ningún artefacto que lo maquille, tanto
lo que nos gusta como lo que no. A veces la realidad mejorará nuestras
expectativas y otras nos vendremos abajo decepcionados. Con este chico fue una
sorpresa el saber que conoció a otra persona mientras hablaba conmigo.
Igualmente, gracias por venir. Fue una sorpresa conocer a alguien que me
ignoraría mientas convivíamos durante cuatro días para hablar con su nueva
amiga virtualmente. Fue una sorpresa tocar el fondo de esa manera. Fue una
sorpresa descubrir que por fin, aprendí las lecciones que tanto necesitaba
aprender hace tiempo:
Gracias, aprendí a
valorarme por fin.
Gracias, aprendí a
detectar los límites de mi paciencia.
Gracias, rechazaré
con decisión a personas que me pueden herir, antes de que lo hagan.
Gracias, no confiaré
en el alterego tras una pantalla.
Gracias, por hacerme
consciente de mi valor como persona.
Gracias, por
enseñarme la realidad.
Gracias, por
hacerme daño, dolió, pero me habéis hecho más fuerte.
Os lo agradezco a
todos, de verdad.