El ascensor del sexo

La verdad es que desde pequeña el sexo fue algo tabú en mi familia, algo extraño, algo trascendente, algo místico. De hecho, procuraré que mis padres no lleguen a leer el título de esto mientras lo escribo, ya que les inquietaría. Conforme pasaron los años se convirtió en algo en lo que reflexionar, algo que probar y finalmente provocar. A mis 23 años he tenido varias oportunidades de follar y de hacer el amor. No es que me considere una experta en ese tema pero creo que podría entablar una conversación interesante con cualquier persona que compartiera mi afición por esta placentera actividad. Me encanta saber de tácticas nuevas, de productos nuevos, de posturas, palabras, atuendos... pero entre todas estas cosas, lo que más me llama la atención de esta actividad es la oportunidad que te ofrece para poder llegar a conocer a la otra persona un poco más en profundidad. 

Intentando definir con exactitud esos términos que a veces nos cuesta entender, la RAE nos proporciona cierta ayuda. Un término neutro para el acto de que dos personas copulen es “sexo”. Por otra parte, define la palabra “follar” como su forma vulgar, y está bastante en lo cierto atribuyéndole a esa palabra cierta vulgaridad. Por el contrario, define positiva y primordialmente el “amor” como un “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”.  Creo que es hora de comentar el porqué diferenciamos entre estos términos con respecto a esa actividad tan placentera como es el sexo.

Para mí, follar significa disfrutar del cuerpo de la otra persona, conocerla sin ropas que puedan taparla, sin embargo, sólo hago el amor con aquellas que se desnudan no solo en cuerpo, sino también en alma. Sólo cuando conozco sus inquietudes, aficiones, miedos, preferencias, incomodidades... es cuando de verdad disfruto. Es esta combinación del desnudo físico y emocional la que hace posible que hagamos el amor, en vez de follar. Es cierto que las personas tenemos necesidades físicas y emocionales, y de ahí surge esa diferencia respecto al sexo. Cuando cubrimos la necesidad fisiológica de liberar estrés y sentir dopamina hacemos lo que sea para conseguir el calor de un cuerpo humano que nos satisfaga, algo que es básicamente fácil. Lo difícil es encontrar a alguien con quien conectar psicológicamente para cubrir nuestras necesidades e insuficiencias emocionales. Así pues, cuando finalmente encontramos a esta persona, disfrutaremos más cuando nos abramos de piernas y de mente. Ahora sí, creo que queda claro que la RAE no estaba tan equivocada al atribuir esa vulgaridad a “follar” y esa definición tan romántica a “hacer el amor”.  

Sin esa fuerte conexión emocional entre ambas personas el sexo no es lo mismo, y usaré una metáfora clara para ilustrar esta sensación. El sexo se puede comparar con un ascensor en el que estás montada. Justo cuando estás subiendo, las puertas se abren y entran dos personas que también están interesadas en subir unos pisos más arriba. Durante el viaje, los tres entabláis una conversación sobre el tiempo, pero de alguna manera sientes una fuerte conexión con uno de ellos, sólo hablándole de lo lluvioso que ha estado el día. De repente el ascensor se abre y esta persona prefiere quedarse en el ascensor y acompañarte hasta que llegues a tu piso para así seguir la conversación, mientras que el otro huye del lugar para no seguir escuchándote hablar sobre el tiempo. Al fin y al cabo la conexión fue mutua, y eso hace que hallemos las formas de pasar más tiempo con quien nos interesa de verdad.

La diferencia entre tener un polvo y hacer el amor radica en lo que pase cuando las puertas se abren; solo que esta vez no será en un ascensor, sino una cama en una habitación con las puertas cerradas. Habrá personas que decidan irse tras llegar al clímax y acabar la efímera relación; y otras a las que les intereses tanto que esa conversación sobre el tiempo les parezca insuficiente para conocerte en profundidad y decidan acompañarte más arriba. Así pues, si el primer desconocido prefiere bajarse en el piso seleccionado, déjalo ir, ha sido un encuentro casual y banal, un simple y vulgar polvo. En cambio, préstale atención al que se ha quedado contigo después de todo, puede que juntos lleguéis a subir hasta las puertas del cielo mientras hacéis el amor.